Esperanzas y preguntas acerca de la paz en Colombia

2 septiembre 2012

Quizás las FARC no alcancen a celebrar sus 50 años en el año 2014. De acuerdo a algunos medios, en los últimos meses se realizaron más de 30 encuentros entre representantes del Gobierno y el Secretariado de las FARC en Cuba y en Colombia, para comprobar si ambas partes realmente le apuestan a la paz o están jugando nuevamente con la salud mental del país. De manera retrospectiva, podemos interpretar que el reconocimiento del conflicto armado como tal (con carácter político) por parte del Gobierno, y el anuncio del abandono del secuestro extorsivo, por parte de las FARC, fueron pruebas de buena voluntad y de la seriedad en las intenciones de cada una de las dos partes, lo cual genera un alto nivel de confianza.

Mientras tanto, las acciones de los indígenas Nasa del norte del Cauca han sido analizadas por los sectores uribistas y la “élite” caucana como una alianza entre éstos y la subversión. Por su parte, las comunidades indígenas y sus organizaciones legítimas, agrupadas en el CRIC, han reafirmado que lo único que quieren es la paz en sus territorios, esta paz anhelada, que hasta la fecha todos los actores armados presentes les están impidiendo vivir. Estas comunidades organizadas exigieron que el Presidente de todos los colombianos acudiera a escucharlas. Y a pesar de los obstáculos en su camino, Juan Manuel Santos llegó al resguardo de La María, declarado “Territorio de Diálogo, Convivencia y Negociación”. En este escenario de paz, el Presidente no solamente afirmó que los indígenas no son guerrilleros, sino que también pidió perdón por las incontables víctimas indígenas, personas asesinadas, heridas, desplazadas y traumatizadas. Para las comunidades indígenas, el Presidente generó confianza en este proceso de paz nacional, con una postura constructiva y basada en el diálogo.

Pero, entonces ¿por qué algunos de sus voceros insisten en que si hay un proceso de paz, el movimiento indígena y sus autoridades tradicionales legítimas, deben ser participes de este proceso? ¿Por qué los indígenas, los campesinos, los afrodescendientes, los desplazados, las mujeres y los jóvenes del departamento y del país, siguen insistiendo en que la paz es más que la cesación del intercambio de disparos entre bandos armados, por muy públicos o muy ilegales que sean? Probablemente porque no escuchan respuestas a las siguientes preguntas: ¿Desaparecerán los cultivos de uso ilícito si el narcotráfico sigue siendo un negocio tan lucrativo y no se protege la producción agropecuaria nacional y local? ¿Cesará la minería contaminante si no hay garantías reales de respeto por los territorios? ¿Y qué pasará con las BACRIM y los “ejércitos anti-restitución” diseminados en todo el país y en el Cauca? ¿Seguirán amenazando y matando las personas y comunidades que reivindican sus derechos?

Estas preguntas muy probablemente no obtendrán respuestas en La Habana ni tampoco en Oslo. Por todas estas razones, la sociedad civil y las organizaciones sociales del Cauca hoy reafirman que la verdadera paz es el proceso de construcción de la justicia social, en el cual debe participar toda la sociedad civil y en primer lugar las víctimas. Si les hacemos caso, el Cauca sí podría ser el primer departamento del país que conozca una paz verdadera…

30 de agosto de 2012.

Cyril Perret y Zorany Zúñiga